domingo, 4 de noviembre de 2012

"El orden económico natural"


Frente a la perplejidad de los círculos dirigentes alemanes vemos la desesperanza de las grandes masas. El gobierno, los partidos, los hombres de ciencia, bajo la dirección de los profesores, han llegado al fin de su sabiduría, que, evidentemente, nunca fué otra cosa que charlatanismo.

El orden económico, el orden social, el Estado, están basados - por fin se reconoce esto - sobre el sistema monetario, sobre la moneda. El Estado se levanta y cae con el sistema monetario, y no solamente el Estado erigido por la clase dirigente con fines de predominio, sino el Estado en sí, el de los burócratas, el de los socialistas y hasta el "Estado" de los anarquistas. Porque con el derrumbe del sistema monetario cesa toda manifestación superior de vida social y retrocedemos a la barbarie, donde no se lucha por formas de Estado.

Para definir lo que nos aguarda, a menos que suceda algo extraordinario, inesperado, suele repetirse hoy al vocablo "cataclismo", que muchos imaginan como un acontecimiento repentino, breve y por eso incruento, como una generalización del fin, que nuestros jubilados suelen elegir para sí como solución del problema. Pero por más tranquilizadora que resulte una concepción semejante de la catástrofe, ella no refleja la realidad; debemos destruir este dulce "sueño" y despertar con ruda voz a quienes se entregan a él. Es también el único remedio para animar, reunir y acrecentar las fuerzas indispensables para la obra salvadora. A la esperanza en el cataclismo ha de suceder el horror a él, y esto sucederá cuando levantemos la cabeza y contemplemos con los ojos abiertos el desarrollo de las cosas tal cuál se producirán lógicamente. Pues lo que hemos de esperar del futuro, si seguimos contemplando pasivamente los sucesos, no será el cataclismo pero sí la consunción paulatina, la tisis con todos sus horrores, que, si la providencia nos ayuda, será galopante, pero, en caso contrario, nos llevará a la muerte por un largo camino de dolor y martirio.

Si nos mantenemos incapaces para resolver el problema que se nos ha planteado, perderemos poco a poco nuestra independencia política; las revueltas y los actos de desesperación se precipitarán y abarcarán sectores cada vez más amplios, exigiendo sacrificios cada vez mayores. Las "marchas" de hambre serán interminables, el gobierno oscilárá de izquierda a derecha y viceversa y con cada movimiento aumentará el caos, la perplejidad y el desconcierto.

Silvio Gesell, 1929
 


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